Hoy he estado trabajando duramente todo el día: me he quedado en casa.
Ser
consecuente y consciente de que los derechos que tenemos no cayeron del
cielo, y que poco a poco nos los están quitando, y utilizar la única
herramienta hoy por hoy al alcance del trabajador se ha convertido en un
arduo trabajo.
Luego, otro día, cuando querais, podemos debatir sobre lo corrompidos
que están los sindicatos, lo tarde que llegan las propuesas, lo inútil
de un sistema de protesta "obsoleto", lo poco que sirve esto... pero
mientras tanto, mientras cambiamos todo eso de puertas para adentro, la
única forma que tenemos de defendernos es esta.
Y si no nos gusta
algo, sólo tenemos que dar un paso adelante y cambiarlo, y si no lo
hacemos agachar la cabeza y tragar cuando nos despidan, no nos dejen
coger todas las vacaciones, o nos obliguen a hacerlo en unas fechas
determiandas, nos bajen el sueldo, nos presionen con objetivos en el
trabajo o nos restrinjan los derechos de bajas (médicas,maternidad,
atención a dependientes) y un largo etc.
Me he quedado
especialmente por todos esos amigos y familiares que no pueden quedarse
en casa por el miedo real a que, gracias a una reforma laboral
aberrante, los manden a casa sólo por ejercer su derecho a mostrar su
desacuerdo.
Me he quedado porque ya he tenido ocasión de saborear los recortes en sanidad.
Me
he quedado porque llevo desde septiembre cobrandole a la gente en la
oficina unas tasas universitarias desorbitadas, unos recibos de luz
disparatados e inasumibles.
Me he quedado porque cada mes me toca hacer reintegros de uno o dos
euros, que es todo lo que le queda a muchas familias para subsistir
hasta que llega el día de cobrar el paro, o la ayuda, será que de puro
flojos prefieren pasar hambre a trabajar.
Me he quedado porque no paro de ingresar cheques de jornaleros que
siguen yendo a Francia a trabajar, y de sacar tarjetas de crédito para
universitarios que se marchan fuera a trabajar.
Me he quedado porque no soporto ver las noticias cada día.
Y me he quedado porque el día de mañana quiero tener la certeza de que hice todo lo que estuvo en mi mano.
Por
desgracia, en días como hoy, a veces pienso que tenemos el país que nos
merecemos, pero no quiero creerlo, y por eso sigo, una vez más
quedándome en casa.
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